––––•(-• Mar del Alma •-)•––––

Sábado a la tarde, es hora de cumplir mi promesa de llevar a patinar a Sofi. La página de Internet ofrece patín sobre hielo y dos direcciones alternativas, una en Capital otra en Avellaneda. Listo, GPS en mano y en marcha.
Voy por la autopista y unos kilómetros antes de llegar a destino, la gallega me indica bajar en la próxima a lo cual me niego ya que según mi pobre nivel de ubicación, aún tenía un tramo por recorrer. Continúo invocando una terquedad casi galeica cuando escucho nuevamente esa horrenda voz obligándome a bajar a lo que hago caso omiso.
La tercera vez ya dudo de mi capacidad de orientación por lo que bajo y acepto mansamente las indicaciones hasta llegar a destino. Un edificio público se erige en la dirección indicada ante la mirada impasiva de quien escribe, luego de lo cual y previo bajar la ventanilla, me dirijo al primer portero que encuentro en la zona:
- Oiga jefe, no hay una pista de patinaje sobre hielo acá?
- Lo qué?
- Usté sabe, esa que patinaban en Tinelli.
- Aaaah eso. Mire yo hace 30 años que vivo acá y nunca vi cosa igual.
- Ok, gracias ¬¬.
Reviso la dirección del GPS y era correcta aunque había un imperceptible error, la dirección ingresada era la de Avellaneda por lo que su homónima de Capital Federal, poca relación tenía con el patinaje ¬¬.

Nuevo destino y diez kilómetros por delante nos esperaban, en cada semáforo pensaba en lo rápido que hubiera sido viajar por la moderna autopista. En cada fino que me hacía un bondi pensaba en lo mucho que me gustaría haberme quedado en casa al abrigo de una buena película.

Tarde para lamentaciones.

De Los versos del Capitán Jack