TODO  

7/13/2008


-Dáme lo que tengas  -dijo amenazante.

Y toqué los bolsillos vacíos de mi abrigo.

-No tengo todo el día, apuráte -ordenó.

Y volví a tocar. A revisar los mismos bolsillos, sabiendo la respuesta de antemano

-No tengo nada

-Dáme o te quemo.

Creo que no podía escucharme, o entenderme.

-No tengo nada.

Insistí con la mirada de lo obvio.

-Me jodés? Querés ver lo que les pasa a los que me joden?

Me pregunté que les pasaría a los que lo molestan. O en todo caso por qué habría de interesarme.

De hecho, no lo conocía, y acá estábamos, frente a frente: él  nervioso, exasperado, exigiendo, gritando, y yo, en una especie de calma surrealista, que me hacía mirarlo fijamente sin comprender demasiado qué pretendía.

Después de todo, los bolsillos estaban vacíos...

Creo que fueron dos los disparos. Lo cierto es que el dolor me dobló. Al tocarme el pecho sentí una humedad caliente inundando todo. No miré. No pude.

Caí de espaldas y ya no sentí más exigencias.

Solo vi el cielo brillante. Tanto, que me quemó la vista. Luminoso como las tres sonrisas, Y los ojitos que las acompañan. Qué urgencia de abrazarlos...

Recordé besos de despedida, de ternura y de pasión, Caricias, amores, amigos, experiencias, conocidos, afectos, el café por la mañana, los mates compartidos, tiempo juntos, más amor, los juegos, abrazos, la infancia, el mar...  

Es extraño. Los colores parecen apagarse, los sonidos no llegan, pero no importa, estoy bien.

Exhalo un último suspiro

Sé que le dije: no tengo nada...

Y ciertamente, mentí.

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