LA MUSA OLVIDADA
3/17/2008
Entró por la ventana como cada noche desde hacía un tiempo. Justo cuando la brisa movía las cortinas, dejando llegar los rayos de la luna al suelo. La habitación en penumbras, le resultó inquietante y fría.
-Dónde estás?. Vine a hablarte de alas que crecen, hombres que vuelan y del sonido del mar. Vine a recordarte que tu color no es el gris... Dónde estás?
El sonido de la punta de un papel moviéndose sobre el escritorio llamó su atención, la lapicera encima, cruzaba un escrito.
Sonrió. Después de todo, estuvo escribiendo...
La sonrisa se desdibujó al instante, al ver las letras borroneadas, grises e ilegibles. Dejó caer el papel.
-Dónde estás? Repitió un poco más fuerte. -Vine a hablarte de tus sueños, tus fantasías, del deseo, de todo lo que nos unía cada noche.
Lo buscó en vano por cada rincón de la habitación. Allí sólo habitaba el olvido.
-Terca, seré terca. Seré persistente y será mío...
Recorrió distancias infinitas, los lugares desconocidos y los frecuentados, miró cada cara, de cada ser, buscándolo.
Hasta que llegó a su trabajo. El sitio donde la corbata anudaba su cuello y lo mantenía en tierra. Donde era normal, formal, regular.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Los papeles allí, sólo tenían números, negros números...
Pero por él lo haría, lo asaltaría, lo rodearía, para recordarle quién es, qué quiere, qué ama. Lo llenaría, lo liberaría, le daría, lo crearía, lo contendría, le regalaría la paz que su mente precisaba y el desenfreno que el alma le exigía. Lo dejaría ser...
El click del mouse la despertó de sus pensamientos. Sí. Ahí estaba. La mirada perdida. El cabello prolijo. La camisa blanca almidonada. La corbata con un perfecto nudo. Ensimismado. Gris.
Se acercó hasta casi rozarlo con los dedos.
Él separó la mirada del monitor, y alcanzó sus ojos, los de ella, que esperaban en ese contacto, rescatar un destello del pasado.
Pero rápidamente bajó la mirada a la pantalla que se desplegaba frente a él, en ese escritorio lleno de remitos y facturas, a tiempo que lanzaba un susurro que resultó mortal para ella:
-Sí, qué necesita?
18 de marzo de 2008, 19:26
Gracias, por tan lindo relato.