Ismael Serrano Sudestada
9/15/2010
Sudestada de Ismael Serrano
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso
El barco se balancea agitado por el agua metálica, plata vieja arañada por la sudestada. En el barco varias almas. Y entre ellas un mujer que suspira y en su pecho caben todos los suspiros del mundo. A su lado viajo yo. Trato de dormir y, como el dinosaurio de Monterroso, al despertar la melancolía sigue allí. Es como si el río supiera de nuestra pena. Y se mueve como un animal que trata de huir del cepo que lo atrapa.
Digamos que la arcilla de nuestra vida giró con fuerza en estos días y el torno no detiene su ritmo implacable. Y hago un crucigrama, hojeo una revista mientras un niño grita y grita a nuestro lado, su madre hace compras en el dutyfree. Pero nada calma las aguas ni el dolor del pecho. Ni el llanto del niño que busca a su madre. Y en su llanto parecen llorar todos los niños del mundo.
Así como brillan los perfumes en las vitrinas de la tienda contemplo los días que se marcharon, brillando como las luces del puerto que nos recibe al otro lado de la orilla.
Bajamos del barco entre empujones. Todos tienen prisas. Imagino lo que sentirán los que llegan a España con el corazón en un puño, sin saber si se les permitirá la entrada. El ceño fruncido del funcionario, el interrogatorio, la arbitrariedad, el futuro pendiendo de un hilo frágil suspendido sobre la nada. Mi recibimiento es muy diferente así que siento algo de culpa y vergüenza.
Llegamos a Montevideo que nos recibe con viento y lluvia. Fumo un cigarro (sí, ya sé que tengo que dejarlo) y la brasa tiembla con el aire, levanta una pavesa y sonrío. Me reconforta llegar a esta ciudad. Aunque la muchacha sigue suspirando y el niño aún llora y yo sigo malherido.
Pero pronto cantaré. Y la ciudad dormida me regalará el sueño que tuvimos siendo niños, sonarán las canciones que escribí para ti, como la llamada desde el cerro, tranquilizando nuestro pecho agitado por la sudestada, brindaremos con medio y medio prometiendo regar los jardines y los recuerdos.
Fuera llueve. Dentro también. Y un día al despertar el dinosaurio se habrá marchado.
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