Dot. The world smallest stop-motion movie  

9/27/2010

Nuestro mundo pequeñito, ínfimo, minúsculo, es todo lo que tenemos. Y por lo que vale la pena pelear.






Ésto es invención del Profesor Fletcher de la CellScope, consiste en un dispositivo Nokia con un microscopio, y fue la inspiración para una película diminutos creado por Sumo Ciencias de Aardman.

Está protagonizada por una niña de 9 mm llamada Dot y muestra su lucha por un mundo microscópico.

Todos los detalles minúsculos se rodaron utilizando la tecnología CellScope y Nokia N8, con su cámara de 12 megapíxeles y óptica Carl Zeiss.

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Mal karma mañanero  

9/21/2010


Probablemente el reloj ya anunció el cambio de jornada. Y ella allí, inmersa en su mundo pequeñito, fascinada con una muñeca a la que un brazo le gira loco y cuyos ojos ya no abren.

Le hablaba amorosamente, como una madre a su hija. Yo con la vista cansada del resplandor del monitor, tecleaba mientras escuchaba los diálogos de sus juegos.

-Má, puedo comer caramelos?

La miré. Esta conversación la repetimos siempre, como funciones de una obra de teatro. Una exitosa, por cierto.

-No, y tenés que ir a acostarte. Es tarde.

Extrañamente obediente desaparece del living. La voz lejana repite la escena frente al padre. La obra tiene el mismo final.

Aparece con un caramelo gigante en la mano, producto de la cosecha de cumpleaños de esa tarde. Sonriendo, intentando simular la emoción de tener algo decidido y saberlo ganado antes de ejecutado evita mi mirada que la sigue por la habitación.

-Qué hacés con eso?

-Papá me dejó.

-Estás segura que te dejó?

-Sí.

Me admiré de su capacidad de mentir, pero el rol que me tocaba en este instante era otro.

-Decime la verdad. Papá te dejó comer ese caramelo?

-Sí.

-Mirá, sabés que está muy mal mentir. No tenés que hacerlo. Quiero que digas la verdad, porque si vos me mentís yo te saco ese caramelo y lo tiro a la basura. Así que pensalo. Papá te dejó comer eso?

Sin pestañear contestó: -Sí.

En ese instante todo un debate filosófico/moral se desató en mi interior. Es solo un dulce. Pero qué representaba si lo dejaba pasar? Qué avalaba si no cumplía lo que dije minutos antes?

Y por otro lado, cuántos dulces tuvieron que haberme quitado a lo largo de la vida a mí?...

Tranquila, aunque no convencida, le saqué el caramelo, fui hasta la cocina y lo arrojé a la basura.

Ella lloró y luego se acostó.

Me quedé hasta tarde esa noche. Las madrugadas suelen ser amigables conmigo. A la mañana siguiente, la sentí treparse de acolchados y frazadas, pasar por encima mío y saludarme con un beso estampado en la mejilla. 

-Hola amor.

Murmuré y sonreí ante el mimo.

-Hola má. Puedo comer el caramelo?

No otra vez, rogué en silencio mientras metía la cabeza bajo las sábanas.

-Daaaale má, me dejás comer el caramelo?

Los chicos suelen ser especialistas en horadar la paciencia y en conseguir sus objetivos mediante estudiadas técnicas de repetición y saturación.

Recordé mi conflicto interno del día anterior. Y volví a pensar en las mentiras propias, excusadas en mil razones validas para mí. Cómo podía ser juez? Cómo negarle ese dulce? 

-Dale comelo.

La oí renegar con el envoltorio y escuché la petición:

-Me lo abrís?

Lo agarré mientras mis pensamientos seguían disparándose en direcciones místicas ya, que incluían karma y destino.

Me puse el paquete en la boca y pegué un tirón para arrancarle la punta y que finalmente, pudiera comerlo. Abrí los ojos. 

En realidad creo que fue ese instante en el que desperté verdaderamente.

-More... Vos sacaste el caramelo de la basura?

Y ella, juro que con la voz más pequeñita, inocente, y semejante a la justicia divina que pudiera oír en este mundo, respondió:

-Sí.


 

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Ismael Serrano Sudestada  

9/15/2010




Sudestada de Ismael Serrano



Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso




El barco se balancea agitado por el agua metálica, plata vieja arañada por la sudestada. En el barco varias almas. Y entre ellas un mujer que suspira y en su pecho caben todos los suspiros del mundo. A su lado viajo yo. Trato de dormir y, como el dinosaurio de Monterroso, al despertar la melancolía sigue allí. Es como si el río supiera de nuestra pena. Y se mueve como un animal que trata de huir del cepo que lo atrapa.

Digamos que la arcilla de nuestra vida giró con fuerza en estos días y el torno no detiene su ritmo implacable. Y hago un crucigrama, hojeo una revista mientras un niño grita y grita a nuestro lado, su madre hace compras en el dutyfree. Pero nada calma las aguas ni el dolor del pecho. Ni el llanto del niño que busca a su madre. Y en su llanto parecen llorar todos los niños del mundo.

Así como brillan los perfumes en las vitrinas de la tienda contemplo los días que se marcharon, brillando como las luces del puerto que nos recibe al otro lado de la orilla.

Bajamos del barco entre empujones. Todos tienen prisas. Imagino lo que sentirán los que llegan a España con el corazón en un puño, sin saber si se les permitirá la entrada. El ceño fruncido del funcionario, el interrogatorio, la arbitrariedad, el futuro pendiendo de un hilo frágil suspendido sobre la nada. Mi recibimiento es muy diferente así que siento algo de culpa y vergüenza.

Llegamos a Montevideo que nos recibe con viento y lluvia. Fumo un cigarro (sí, ya sé que tengo que dejarlo) y la brasa tiembla con el aire, levanta una pavesa y sonrío. Me reconforta llegar a esta ciudad. Aunque la muchacha sigue suspirando y el niño aún llora y yo sigo malherido.

Pero pronto cantaré. Y la ciudad dormida me regalará el sueño que tuvimos siendo niños, sonarán las canciones que escribí para ti, como la llamada desde el cerro, tranquilizando nuestro pecho agitado por la sudestada, brindaremos con medio y medio prometiendo regar los jardines y los recuerdos.

Fuera llueve. Dentro también. Y un día al despertar el dinosaurio se habrá marchado.



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