I WANNA HOLD YOUR HAND  

11/17/2008


Él caminaba delante suyo. Y ella no podía dejar de observarlo ni por un instante. El cabello oscuro, el cuello, la espalda que tantas veces recorriera, su contoneo al andar...

Se apropiaba con la vista de cada célula de ese ser. Conocía su piel desde hacía unos tres años atrás, pero religiosamente y como si fuera un descubrimiento, lo devoraba con la mirada cada vez que cruzaban ese patio de mosaicos rojos y helechos contra las paredes.

Siempre supo que él no sería un cliente más. Hubo un instante, de muchos otros instantes especiales, que se repetía y que le dieron la señal, la certeza, de que sería diferente.

La primera vez que estuvieron juntos, una mañana (no recordaba bien que día), cuando ella esperaba una transacción comercial y él un poco de calma...  Cuando se unieron, mecánicamente ella, torpemente él, cuando los juegos terminaron, cuando la piel transpirada pedía reposo, él se había acercado desde atrás y le había dejado un beso suave en su hombro. Luego la abrazó.

Y fue como si hubiera tocado un punto mágico, un caudal de sensaciones íntimas derraparon en su piel. Las defensas construídas, las máscaras acumuladas por el tiempo y por el dolor, cayeron sin que pudiera hacer nada al respecto. Y así quedó, desnuda el alma, recibiendo ese abrazo, sintiendo, como hacía tiempo no se permitía.

A partir de ese hecho, cada semana esperó ansiosa la visita de su cliente. Aunque cliente era una palabra formal, entregaba más que el cuerpo en esas sábanas.

Bien podría haberle pagado con besos, arvejas o dulces, siempre terminaba el encuentro con una sonrisa que le duraría hasta asomar la luna, con un suspiro y con la impaciencia contando como condenado, los días que mediaban hasta la próxima vez.

Conocía su historia casi sin filtros. Como a muchos, a él le gustaba hablar. Tenía mujer, hijos, un trabajo agobiante, rutina, deudas, soledad y ganas de volar...

Y ella utilizaba su experiencia, la sabiduría de todos los hombres que le hablaron antes, su intuición y le regalaba las mejores palabras, mientras con ternura lo miraba y acariciaba su cabello.

Un gesto la alertó y le hizo abrir los ojos en forma desmedida. De reojo casi, él estiró la mano abierta en su dirección, ofreciéndola en un gesto cariñoso.

Apuró el par de pasos que mediaban entre ellos y sin dudarlo, entrelazó sus dedos, colgándose feliz.

Así, jugando a ser pareja, recorrieron los pocos metros de esa galería hasta la habitación que cada semana los esperaba.

 Al abrir la puerta, lo detuvo. Con la mano libre, tomó su cara, lo miró a los ojos y le dió el más precioso de los besos, apretando con fuerza la mano que los unía, intentando retener ese instante...

Dentro, los esperaba la cama sencilla de madera oscura y sábanas blancas, el acolchado bordó, y el espejo en la pared, reflejando esta vez, a una mujer de ojos vidriosos, perdidos, con un arma lista para matar.

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1 comentarios: to “ I WANNA HOLD YOUR HAND

 

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