LO QUE QUEDÓ ATRÁS  

10/13/2008


Cada tanto algún muerto que quise me visita en la cabeza. Me invade su recuerdo de golpe, cuando estoy desprevenida y la mirada perdida en ningún punto determinado.

Yo sonrío, agradezco esa visita. Es la ocasión en que repaso su imagen, sus gestos, algún detalle, lo que compartimos... su memoria.

Hoy me tomó por asalto mi abuelo, ese hombre que me despertaba tanta fascinación cuando era pequeña. Solo que esta vez, cuando ocurrió, noté que perdí el registro de su voz.

Ya no sé como se oía. Si era gruesa, o si su hablar era pausado, qué palabras usaba y como las elegía...

Fruncí el entreceño y cerré los ojos, como forzando la llegada a esa época tan lejana, a ese instante en el que lo miraba tirando la cabeza hacia atrás para poder abarcarlo por completo y lo escuchaba absorta, como a sabio predicando verdades.

Nada. No puedo saber ya qué decía. Y por más que ensayo ponerle a su boca el sonido de otras voces conocidas, sé que no es real.

No reconozco su voz. Y esta sentencia, tan banal como cierta, me instaló un dejo de tristeza que me acompañó todo el día.

No está. Y por más que lo piense, solo queda aceptar que  en ese pasado luminoso, idealizado, perfecto, quedaron estáticos en un instante de alguna mañana de verano, perdidos para siempre en el mar de las historias, mi abuelo. Y junto a él, la niña que lo miraba con la cabeza hacia atrás.

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2 comentarios: to “ LO QUE QUEDÓ ATRÁS

 

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