LO PELIGROSO DE LA CONCIENCIA CELULAR  

3/19/2008


Venía en bicicleta con Lucas detrás gritando arre! caballa mami!, para que fuera más rápido.

Imaginé un pescado gigante (o sea yo) manejando con las aletitas en los manubrios, los bigotes colgando y la boca abierta. Casi casi, era una propaganda de telefonía celular...

En ese momento comenzó a escucharse peces de ciudad cantada por Ana Belén. Como parecíamos uno de esos vendedores de helados, con la musiquita monótona y repetitiva que interrumpen mi sueño las tardes de verano, decidí atender mi teléfono (era un mensaje)

Con una mano hurgueteaba el bolsillo de atrás de mi pantalón, con la otra intentaba controlar la dirección de la bicicleta que ya zigzagueaba aprovechando mi descuido.

Trataba además, que Lucas dejara de jugar a que la caballa mami corcoveaba. Y de paso, que callara los uiiiiiiija!!! uiiiiiiiiiija!!! que gritaba a la par de los manotazos que me daba en la espalda.

Ésto además de evitar que me atropellen los autos que venían detrás, y hacer un esfuerzo por no quedar como los bichitos en la ruta estampados en el radiador de un camión al cruzar la avenida...

"...desafiando al oleaje sin timón ni timonel..." seguía sonando el telefonito ahora en mis manos. Lo abrí. Un mensaje de mi compañía de teléfonos que decía:

Respetá las normas de tránsito.

Manejá tu vida.

Informáte en nuestra web sobre conciencia celular

Cerré el teléfono. Me dió gracia la situación. Pero cuando llegué a la esquina, frené.

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