TE SOÑÉ DE GATOPRIETO  

11/14/2007




TE SOÑÉ.

Mi sueño se hizo realidad en sueños.
Soñaba con tener a una mujer como tú, sencilla, tierna y delicada.
Y te tuve entre mis brazos.
Después de despertar te vi ahí, acurrucada en mi pecho, mirándome con temor.
Y nos besamos.
Fue un beso tímido de tus finos labios lo que hizo volver a mi cuerpo las ansias locas de los años idos, y me hizo recordar toda la pasión mezclada con ternura que permanecía aletargada en mis venas.
Tus ojos negros, pequeños y rasgados, contrastando con tu piel blanca y pecosa, me vieron con incertidumbre, inquiriéndome acerca del significado de lo que acabábamos de hacer. ¿La respuesta? Ya la conoces. La misma duda me recorre las venas y me hace revivir momentos idos, en los que la pasión reinaba en mi vida.
Me devuelves el alma al cuerpo.
De pronto, como reflejo de mis sueños, te das cuenta que al ir por la calle, los amigos nos ven.
Te apenas, te sonrojas y bajas la mirada. El rubor de tus mejillas enciende nuevamente mi pasión, y vuelvo a besar tu boca dulce que con sus veintitantos años, me devuelve la juventud y las ganas de vivir.
Vuelvo a ver tus ojos, acaricio tu lacio cabello y tus manos pequeñas alcanzan las mías. Eres la vida misma contenida en un pequeño cuerpo de mujer, la respuesta a mis largas noches de soledad compartida.
Eres mi sueño.
Seguimos caminando, y sigues acurrucándote en mis brazos a cada oportunidad, como siempre lo soñé. Tus besos son el alimento de mi boca, la dulzura de mi alma.
¿Qué pasó? De pronto te pierdo. Te busco, envuelto en niebla; pregunto por ti a los amigos, nadie te ha visto.
La vida se me escapa de las manos, y los años vuelven a acumularse en mi espalda y en mi pensamiento.
Alguien me dice dónde estás, corro a buscarte, anhelando beber nuevamente de tu boca la vida que se me escapa por los poros. Visualizo tu boca, tus ojos y las pecas de tu cara.
Siento tu presencia, sé que cada vez estás mas cerca. Te siento, te anhelo y saboreo ya la dulzura de tus besos.
Cada vez estás más cerca. Ya imagino tu blanca piel y tus finos labios abriéndose anhelantes a mí. Ahí, a lo lejos, te veo…
Pero es hora de despertar. Nuevamente a la rutina, a la soledad de mi vida y a la necesidad de mi alma de alguien que le regrese la vitalidad perdida. No me queda más que mirarte a lo lejos, saludarte, y esperar a que mis sueños me devuelvan la felicidad de mis breves e intensos momentos junto a ti.

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